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Parallel Lines

Relatos ganadores

Viaje al centro de la Luna

Yo soy el rey de los ratones lunares, mi nombre es Picky Paus."

Camino de espinas

"El suelo estaba húmedo y resbaladizo, era difícil pisar en algún sitio sin el temor de que algún animal les pudiera morder o envenenar.."

El vuelo de Kran

...tenía miedo, no confiaba en los humanos, pero estaba agotada, y no tenía otra opción..”

Camino de espinas

Por
Edelweiss
Olmedo
Delgado

2º D Bach.

 

Los pies dolían, el barro se intercalaba entre los dedos, el calor era asfixiante. Llevaban horas caminando pero no podían parar, habían visto a muchos quedarse atrás. Si se detenían no los esperarían.


Ella cargaba con el peso de su prominente barriga de embarazada de siete meses a la vez que llevaba a su espalda una gran mochila con víveres. Su marido cargaba a sus espaldas una pesada mochila con el resto de cosas que necesitarían durante el camino mientras cargaba a su pequeño y agotado hijo en sus brazos. El suelo estaba húmedo y resbaladizo, era difícil pisar en algún sitio sin el temor de que algún animal los pudiera morder o envenenar. Los frondosos árboles de la selva hacían imposible avanzar. Los rayos del sol no tocaban el suelo por la altura de los árboles. Quinientas personas igual de desesperadas que ellos habían decidido embarcarse en aquella infernal travesía, abandonando sus hogares y su tierra, arriesgando sus vidas en busca de algo mejor. Sin embargo, cientos de aquellas almas suplicantes no fueron capaces de soportar el duro camino.


La tierra estaba incrustada en sus uñas y sus pies estaban empapados. Las constantes patadas de su bebé no ayudaban a la caminata intensa a la que estaban sometidos. Por las noches se montaban tienditas en las que descansar para reanudar la caminata cuando los primeros rayos de sol se colaran por entre las hojas. Pero las noches no eran tranquilas: los animales nocturnos rondaban por su improvisado campamento, en busca de algo con lo que deleitarse y saciar sus estómagos. Al amanecer reanudaban el viaje y otros tantos padecían agotados.


La imponente selva se extendía infinita e intimidante ante los ojos de todos aquellos que luchaban por atravesarla.


Debían atravesar un ancho río para poder continuar con el camino. El agua le llegaba hasta las rodillas y la corriente empujaba con fuerza. En el intento de avanzar, uno de sus pies se enganchó en unas rocas, haciendo que perdiera el equilibrio y torciéndose un tobillo. Un punzante dolor invadió su cuerpo y su bebé empezó a patalear en su interior al sentir la agonía de su madre. No podían detenerse, la familia quedó detrás del grupo.


Su hijo reprochaba a su padre el cansancio, llorando por el hambre y el calor. Los pies de la criatura estaban magullados y sus pequeñas rodillas, llenas de arañazos. La espalda del hombre dolía con fuerza por el peso y sus manos se encontraban resquebrajadas por los salientes a los que tenía que aferrarse para lograr avanzar. En su arduo camino sintió una punzada en su tobillo que lo hizo caer al suelo, haciendo que su pequeño hijo se golpeara estrepitosamente. Una serpiente se había cobrado la intrusión en su terreno y decidió insertar su veneno en el cansado hombre. Para él el camino había acabado. El veneno de las serpientes de aquella profunda selva acabaría con cualquiera con tan solo un par de horas, pero debían seguir. Cargó la mochila y a su hijo nuevamente y prosiguieron con la marcha.


El hombre no llegó ni a ver la noche y la mujer embarazada quedó sola ante la inmensidad de ese espantoso viaje. Cargó la pesada mochila a sus espaldas y agarró fuerte a su pequeño agotado, sin mirar atrás y sin tiempo para llorar. Su tobillo la mataba a cada paso que daba, su espalda la carcomía, las patadas del bebé hacían que se retorciera y los llantos del pequeño agarrado a su mano no facilitaban aquellos duros pasos. Nadie iba a ayudarla. Todos los que allí estaban avanzaban mirando por su propio futuro, muchos lloraban la pérdida de familiares durante el camino.


Así las noches tenebrosas y los días agotadores pasaron uno tras otro y al fin llegaron a su destino, los Estados Unidos. Todos aquellos que lograron pasar desde Colombia, desde todas partes de América del Sur, a través de la temible e infernal selva del Darién, lloraban incrédulos por su gran logro. Sin embargo, su felicidad no duraría mucho. Así la pobre mujer y sus hijos fueron deportados y su largo viaje terminó perdido en el tiempo con ellos de vuelta a la casilla de partida.

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