top of page
Parallel Lines

Relatos ganadores

Viaje al centro de la Luna

Yo soy el rey de los ratones lunares, mi nombre es Picky Paus."

Camino de espinas

"El suelo estaba húmedo y resbaladizo, era difícil pisar en algún sitio sin el temor de que algún animal los pudiera morder o envenenar.."

El vuelo de Kran

... Tenía miedo, no confiaba en los humanos, pero estaba agotada, y no tenía otra opción..”

El vuelo de Kran

Por

Irene
Jiménez
Hernández ​

4º A ESO

 

Comenzaba el viaje a África. Serían alrededor de doce días de vuelo, huyendo de la fría atmósfera del norte de Asia. Llevaban semanas preparándose para este acontecimiento, engullendo grandes cantidades de comida que serían necesarias para el largo periodo que pasarían volando. Estaba nerviosa: era su primera vez migrando, no sabía la ruta ni estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo volando; pero era curiosa y entusiasta.

El vuelo empezó por las praderas. Poco a poco comenzaron a coger altura. Sus compañeras llevaban un ritmo potente, con el cuello y las patas extendidas. Llegaron al desierto de Gobi: miles de kilómetros de espesas arenas y sol sofocante se visualizaban frente a ellas. El día fue cansado, pero nada comparado con la noche, que las sorprendió con bajísimas temperaturas. Nuestra protagonista intentó avanzar, pero a causa del frío sus músculos se entumecieron. Cada vez estaba más cansada y tuvo que refugiarse en un campamento Jalja, una tribu de Mongolia. Desorientada y sin apenas poder moverse, aterrizó cerca del hogar de un hombre de la tribu. Tenía miedo, no confiaba en los humanos, pero estaba agotada y no tenía otra opción.

 

-Kran* -murmuró el hombre, preocupado por el animal.

Decidió darle cobijo y acercarla a la fogata para que se calentara. Tiritaba y de vez en cuando un escalofrío recorría su columna pero, a medida que pasaba el tiempo, iba entrando en calor. El día siguiente el hijo de su rescatador le preguntó si la grulla lograría encontrar a su bandada. 

 -Por supuesto, -respondió el hombre- las grullas tienen un sexto sentido que las guía hacia el camino correcto.

Así fue: días después volvió a encontrarse con su bandada pasando por las montañas de Yan, donde pudieron apreciar la Gran Muralla china, que resaltaba sobre la vegetación como una serpiente de piedra reptando entre las colinas. Después cruzaron el Tíbet. Las imponentes montañas del Himalaya se alzaban sobre la población tibetana. La atmósfera se sentía más fría a medida que se aproximaban a la cordillera. Rodearon el enorme monte Everest. Sorprendida de su inmensidad, Kran miraba con ojos brillantes la montaña. Sobrevolaron Nepal, donde pudo presenciar una de sus típicas festividades, el festival Dashain.  Cometas de todos los colores y tamaños volaban por el cielo. Inmersa en el paisaje, se le enganchó el hilo de una cometa extraviada a la pata. Intentó deshacerse de ella agitándola, pero la roja cometa entorpeció su campo de visión, lo que la hizo descender a la civilización, rozando peligrosamente algún puesto ambulante. Sin poder ver nada, avanzó como pudo, cruzándose en su camino con las ramas de algún árbol. Escuchaba los gritos de la población al ver a un ave de tal tamaño perder el control de su propio vuelo. Cuando logró deshacerse de la dichosa cometa, se perdió entre las calles, decoradas con alfombras de flores. Había música, baile y cabalgatas. Al anochecer, la ciudad entera brillaba gracias a las relucientes lámparas de arcilla que colocaban frente a las casas.  La aventura quedó en una divertida anécdota que contarle a sus compañeras.

Las grullas continuaron su viaje pasando por Benarés, en la India. El clima empezaba a ser más cálido sobrevolando el Ganges. Días después llegaron al océano Índico. Kran miraba las grandes olas que se formaban bajo sus alas y la espuma originada por el romper de estas contra las rocas. De repente, unas densas nubes ocultaron la luz del sol. El viento y la lluvia empezaron a entorpecer su vuelo. Los destellos de algún rayo ocasional la sorprendían. Entre todo ello, divisó un barco pesquero que intentaba resistirse a la tormenta pero finalmente se veía vencido y comenzaba a hundirse. No muy lejos de ahí, un buque de salvamento daba vueltas sin encontrar el naufragio. Sin pensarlo mucho, Kran bajó rápidamente y, sorprendidos al ver a una grulla volando tan bajo, los rescatadores la siguieron y así consiguieron salvar a los pescadores del naufragio. Se sentía valiente, toda una heroína.

Finalmente llegaron a su destino, Etiopía, donde el clima era cálido y el sol seguía brillando. Las casas estaban hechas de hojas de banano y cañas de bambú que, a pesar de su frágil apariencia, eran muy resistentes. Los etíopes lucían grandes collares y pendientes, llamativas prendas de ropa, coloridos sombreros y pintaban sus rostros con pintura blanca. El lago Abaya los esperaba para pasar el invierno.

Había sido un viaje difícil, pero a la vez hermoso. Había descubierto sitios nuevos que a partir de ese momento le serían familiares. Había visto paisajes increíbles pero, sobre todo, había aprendido muchísimo.

*Grulla en mongol.

bottom of page