Por
Víctor
Gómez López
Profesor de Lengua
Castellana y Literatura.
Fragmento de un artículo de Peñate (de la Universidad de Friburgo) que versa sobre la relación entre escritura y viaje.
Consecuencia final del viaje (y en cierto sentido, prueba de que se ha viajado) es el cambio que opera en quien lo realiza. Reverte insiste con frecuencia en este punto básico, que él vincula al primer gran viajero de la tradición occidental. No puede ser menos, dado que modifica nuestra visión del mundo y nuestra posición en él, convierte nuestras verdades absolutas en teorías relativas, detiene nuestro tiempo interior llenando la vida de experiencias y nos procura unas sensaciones de libertad que pocas veces la existencia llega a otorgar. El viaje es una forma incomparable de enriquecimiento interior que, por cierto, vuelve superflua la acumulación externa de pruebas de haber viajado: «Yo regreso siempre con el equipaje menos pesado que cuando partí».
[...] La escritura viene a ser la culminación del camino realizado: en el acto de escribir se concretiza ese estadio superior de formación humana que aporta el viaje. Solo cuando se ha completado el trayecto, se puede tener una visión global del mismo y asimilar su significación. Mientras se escribe sobre el recorrido, otro nuevo se realiza, ahora a través de la memoria y de la emoción. La afirmación siguiente podría aplicarse por extensión a todo auténtico viaje: «Quien visita África una larga temporada ya no es el mismo a su regreso. Y se siente empujado a escribir, como si escribir fuera la única forma de descargar la intensidad de sus emociones». Esa última etapa recompone la experiencia anterior, interpretándola, sintetizándola, convirtiéndola en discurso artístico, y se termina solamente al concluir el texto que le da forma y sentido. De ese modo, el libro viene a ser la traducción literaria de una experiencia vital y, como toda traducción, aporta algo nuevo: una visión estructurada del trayecto recorrido y de sí mismo como actor de ese trayecto, modificado por él y también por el ejercicio gozoso y exigente de la escritura.